15 de abril de 2012

Un castillo en la arena.

Ella duele, duele justamente en esos atardeceres que ya no podré ver a su lado nunca más, el sol chocando con el mar es testigo de mis pensamientos, de todos mis recuerdos que son ocupados por su ausencia.
Estoy sentado en la arena, las olas alcanzan a mojar mis dedos de los pies, mi trasero luce lleno de arena y los agonizantes rayos del sol arden en mis brazos. No sé qué temperatura tiene el agua, no sé cuan profunda sea. En el pasado me he arrodillado para estirarme y sumergir un dedo para calcular la distancia del fondo. Abominable calculador.