26 de junio de 2013

Un reflejo de mierda


Ahora que la ventana solo refleja mi rostro, por fin tengo la certeza de encontrarme bajo un orden que nunca antes había sentido. Estamos yo y yo. Pero aún ese reflejo me irrita. Es intolerable. Pero no voy a romper el vidrio: no estoy loco. Simplemente ocurre que lo que ha pasado me pone nervioso.

¿Arrepentido? No, no lo estoy. Al contrario. Tengo la certeza de haberle hecho un favor. Pobrecillo, sufría tanto. Todos los días lo veía padecer por mí. Y no era justo. Por eso me fui llenando de valor para ayudarlo de una forma efectiva y terminante. Porque nadie mejor que yo para entender su pensamiento, las sombras, las dudas, la angustia que lo embargaba desde que abría los ojos por la mañana, y que no lo abandonaba hasta que el sueño lo liberaba de ese pesar.