18 de septiembre de 2013

Otoño

Desperté pero Ileana ya no estaba, todavía quedaba su olor en las sábanas, en mí mismo, y en el suéter que olvidó tirado al pie de mi cama. Desnudo frente a la ventana contemplé el mundo y era igual  que ayer, era un mundo que ya no existe.
Afuera sonaban los primeros disparos de la mañana. Mientras tanto calentaba el café del día anterior. “Yo te hago de desayunar”. Imaginaba la voz de Ileana diciendo esas palabras, eso decía todas las mañanas.