…Luego me besó, al fin. Pude sentir cada pliegue de su labios,
saborear cada cosa que comió desde que nació hasta ese momento, desde que la vi
afuera del palacio de los deportes por primera vez hasta hoy; sus papilas
excitadas, abiertas, punzantes, el regusto a tabaco y cerveza, mi boca en su
boca. Sus manos rodeaban mi cuello, me protegían del abismo que se abre cada
vez que el amor comienza. Te juro, mujer de ojos verdes, que pude de forma
física, tangible, el vértigo de mis pies pendiendo de la nada: apenas y lograba
sostenerme en el sofá de sus manos y de su boca. Me aferraba a esa lengua
porque sabía que ahí también estaba mi vida, como en mí estaba la suya. Soulmates, diré para acomodarme a lo que
supone la idea del amor. “Soulmate”
porque “almas gemelas” suena a
incesto.
¿Habías sentido eso? Es muy triste cuando estás solo y
olvidas la sensación del absoluto extraído de una boca. Es muy rico cuando no
esperas que suceda lo increíble. Cuando vas por ahí planeando simplemente comer
una hamburguesa en Carl´s Jr. y
terminas fotografiando árboles en bellas
artes, tomando cerveza en Bolivar,
emborrachándote en la condesa, robando un Oxxo
o besando a la mujer de tus sueños. O todo el mismo día.
No era más fuerte que yo, pero la adrenalina, actúa de
formas extrañas, como si fuese un ser supremo. Dejamos para el final el beso,
aún quedaba tiempo, Ella miraba el reloj y el amanecer; ese no es nuestro tiempo.
Han pasado segundos y la he vuelto a besar, a tocar, me ha derrotado. Segundos
después repite la dosis. Vamos muy rápido, o quizás es que nos movemos muy
rápido como escarabajos que ven el mundo desde su realidad minúscula. Sí, es
eso, ella y yo somos insectos que no comprenden nada, por eso mira el amanecer
de pura soberbia humana. Por eso aquella noche decidimos empezar a querernos.
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