28 de octubre de 2012

De lágrimas y otros líquidos.



Desperté sin querer despertar como todos los días, lo único que había era tu ausencia en el otro extremo de mi cama. Llegan los recuerdos de aquellas mañanas juntos y buscan salir por mis ojos. Es extraño, ya que podría asegurar que por la madrugada todo tu recuerdo se había escapado en forma de lágrimas. Pero ahí estabas, tan cerca de mi cuerpo, apareciendo en mi mañana.


Hace meses que te fuiste y yo sigo en un estado similar: despertando ni siquiera ya de un sueño sino del cansancio que ocasiona el seguir estancado en un “nosotros” que ya no existe y no regresará. Te revivo todas las mañanas como quien revive el fuego de un cigarrillo que fue apagado por el viento en una tarde de Octubre.

Pierdo mis mañanas buscando en mi almohada el tiempo que he perdido por estar lamentándome del pasado. Y entonces comienzo a mover con mi muñeca derecha los momentos que pasamos juntos y con mi mano izquierda arranco tu abandono. Empiezo con movimientos suaves como rozando tu espalda, enseguida me encuentro frenético como tratando de expulsarte de mi vida y arranco con fuerza tus vestigios de mi cuerpo.

Te ausentaste desde antes de partir, ya no llenaba tu sonrisa, mis impulsos provocaban tus silencios y hacían cada vez más grande la distancia.
Quizá nuestro amor se esfumó junto con nuestro sudor que rociaba nuestros cuerpos al estar juntos. Puede ser que mi error fue pensar que mientras el sexo fuera bueno, la relación crecería.

Tiembla mi cuerpo y mi mano reduce el ritmo. Mis ojos se abren como queriendo encontrarte a ti y a tus labios. Ojalá así fuera, que aparezcan tus labios y sustituyan a mis dedos quienes imaginan que la humedad que se percibe es producto de tus labios y tu lengua recorriendo mis entrañas. Tus ojos me miran fijamente y provocan que se estremezcan mis piernas y que mis músculos se contraigan, mi mano derecha se acelera y la izquierda te sigue buscando a lo largo de mi cama.
Brotan lágrimas, un suspiro y gotas de semen. Ahora te desvaneces y te dejas llevar como solías hacerlo cada vez que sincronizados nos comíamos. Te desvaneces y te fundes con el aire junto con tu recuerdo.

Y así es cada mañana, cada mañana le brindo placer a tu ausencia derramando lágrimas y otros líquidos que llevan en su corriente los mejores momentos que vivimos juntos.




La semana pasada fui a Guanajuato y me quedé atrapado
 entre el no querer recordarte y el no poder tenerte.
Días después, me encontré con que ya compartías
nuestros lugares con alguien más.




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