Desperté sin querer despertar como todos los días, lo
único que había era tu ausencia en el otro extremo de mi cama. Llegan los
recuerdos de aquellas mañanas juntos y buscan salir por mis ojos. Es extraño, ya
que podría asegurar que por la madrugada todo tu recuerdo se había escapado en
forma de lágrimas. Pero ahí estabas, tan cerca de mi cuerpo, apareciendo en mi
mañana.
Hace meses que te fuiste y yo sigo en un estado
similar: despertando ni siquiera ya de un sueño sino del cansancio que ocasiona
el seguir estancado en un “nosotros” que ya no existe y no regresará. Te revivo
todas las mañanas como quien revive el fuego de un cigarrillo que fue apagado
por el viento en una tarde de Octubre.
Pierdo mis mañanas buscando en mi almohada el tiempo
que he perdido por estar lamentándome del pasado. Y entonces comienzo a mover
con mi muñeca derecha los momentos que pasamos juntos y con mi mano izquierda
arranco tu abandono. Empiezo con movimientos suaves como rozando tu espalda,
enseguida me encuentro frenético como tratando de expulsarte de mi vida y
arranco con fuerza tus vestigios de mi cuerpo.
Te ausentaste desde antes de partir, ya no llenaba tu
sonrisa, mis impulsos provocaban tus silencios y hacían cada vez más grande la distancia.
Quizá nuestro amor se esfumó junto con nuestro sudor
que rociaba nuestros cuerpos al estar juntos. Puede ser que mi error fue pensar
que mientras el sexo fuera bueno, la relación crecería.
Tiembla mi cuerpo y mi mano reduce el ritmo. Mis ojos
se abren como queriendo encontrarte a ti y a tus labios. Ojalá así fuera, que
aparezcan tus labios y sustituyan a mis dedos quienes imaginan que la humedad
que se percibe es producto de tus labios y tu lengua recorriendo mis entrañas.
Tus ojos me miran fijamente y provocan que se estremezcan mis piernas y que mis
músculos se contraigan, mi mano derecha se acelera y la izquierda te sigue
buscando a lo largo de mi cama.
Brotan lágrimas, un suspiro y gotas de semen. Ahora te
desvaneces y te dejas llevar como solías hacerlo cada vez que sincronizados nos
comíamos. Te desvaneces y te fundes con el aire junto con tu recuerdo.
Y así es cada mañana, cada mañana le brindo placer a tu
ausencia derramando lágrimas y otros líquidos que llevan en su corriente los
mejores momentos que vivimos juntos.
La semana pasada fui a Guanajuato y me quedé atrapado
entre el no querer recordarte y el no poder tenerte.
Días después, me encontré con que ya compartías
nuestros lugares con alguien más.
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