28 de febrero de 2012

Noches de Invierno

Todo alrededor tiene una apariencia de lejanía, de incredulidad; hoy en día todo me es inverosímil. Desde el sonido de su última palabra todo me parece distante. La lluvia me hace recordarla, las nubes me provocan melancolía.
Antes, cuando la herida era reciente solía llorar en cualquier lugar, en la calle o en el metro, me recargaba en la ventana y me cubría con la sudadera roja que me regaló en mi vigésimo cumpleaños. Ahora ya no lloro, ahora sólo miro al cielo, veo las nubes, nubes grises sollozantes, y maldigo todos aquellos momentos que le regalé, esos momentos causa de mis malditos impulsos y me digo a mí mismo “eres un pendejo”.

Ahora ya no lloro en público, ahora mis lágrimas sólo osan salir al caer la noche y en la penumbra de mi cuarto, lágrimas que brotan al ver su recuerdo, el verde de las paredes, una foto, casi cualquier objeto de mi habitación o cuando escucho nuestra canción. Lágrimas que son saladas para recordarme que alguna vez supe a mar.
Los albañiles siguen construyendo el piso nuevo, levantan polvo, componen, descomponen, martillan y verticalizan. Pareciese que nos hundimos y la casa no se ha movido ni un centímetro. Tan parecido al amor.
Recorro una y otra vez mi cuarto, de extremo a extremo; me detengo un segundo y pienso: Él sólo existe cuando yo lo miro en el espejo, tiene la mirada triste por no poder salir de ahí.
Se avecina la madrugada, no quiero. Dicen que salen los fantasmas del pasado y se asoman por la ventana; si llego a toparme con ellos sólo guardo silencio, ya que hablarles me llevaría al mundo de los muertos y no sabré dialogar ya con los vivos. Luego pienso: Ya es demasiado tarde, ya no disfruto hablar con los vivos, prefiero quedarme mejor en aquél cementerio, aquél cementerio hermoso llamado “Invierno del 2011”.
No me importa que ya se haya ido, ella seguirá aquí.
No me importa que no me hable, la seguiré extrañando.
No me importa que ella me olvide, la seguiré recordando cada noche.
No me importa que no me lea, le seguiré escribiendo por si algún día decide regresar.
No me importa que todos sepan que aún la pienso en demasía.
No me importa que mis amigos vean la foto que traigo dentro del monedero que me regaló, la seguiré guardando.
No me importa que me ignore y no me escuche, mañana, veintinueve de febrero, le diré que la quiero para que vea que la quiero hasta los días que a veces no existen.





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