29 de diciembre de 2013

Discos favoritos 2013


A pocos días que se termine el año, les comparto mis discos favoritos de los últimos doce meses, tradición que llevo a cabo cada diciembre y preferida entre todas las frecuentadas en estas fechas.

Está de más decir que solo se trata de mis favoritos, no lo mejor ni "lo que deben escuchar". Y algunos dirán que faltaron los Yeezuz, los Reflektor, los Settle, entre otros. Sin embargo estos son los que más me gustaron, más disfruté y me acompañaron en este 2013 de mierda.

Disfruten y feliz fin de año, amigos.

25 de diciembre de 2013

Navidad veinte trece


Era el maldito 24 de diciembre, teníamos "grandes" planes con nuestras familias, pero tú decidiste no ir con ellos de vacaciones y me pediste que me escapara de casa esa noche. Estaba tan enamorado que lo hice.

Llegué desde temprano a la casa de tu tía. Nos bañamos juntos y follamos como locos en la regadera. Después fuimos a Walmart a comprar alimentos para jugar a la pareja perfecta que hace su cena navideña. Veíamos a las familias haciendo compras como locos, apurados agarrando "Bimbo",  refrescos, alcohol. Comprando juguetes para los niños y formándose en largas filas para pagar. El milagro de la navidad.

8 de diciembre de 2013

Rolas favoritas 2013

El dos mil trece muere y no hay mucho que decir. Podemos reducir a que ha sido un año de mierda. A excepción de algunas personas.

Musicalmente fue un año genial y qué mejor que revivirlo con la 7° entrega de mis favoritos anuales. (Se irá actualizando en los próximos días).

Felices posadas, amigos.

27 de noviembre de 2013

Tetas de durazno

Te llevas la mano a los labios y observas a la pizarra, te acomodas y cruzas las piernas; suéter azul marino, pantalón beige, “flats” del mismo color, los cuales le permiten a una herida reciente asomarse por la parte superior de tu pie izquierdo. Te llevas las manos a la cabeza y te acaricias el cabello, sientes calor. Luego agitas tu blusa; al hacerlo se alcanza a ver el tirante de tu brasier color durazno. Y comienzo a divagar.

18 de septiembre de 2013

Otoño

Desperté pero Ileana ya no estaba, todavía quedaba su olor en las sábanas, en mí mismo, y en el suéter que olvidó tirado al pie de mi cama. Desnudo frente a la ventana contemplé el mundo y era igual  que ayer, era un mundo que ya no existe.
Afuera sonaban los primeros disparos de la mañana. Mientras tanto calentaba el café del día anterior. “Yo te hago de desayunar”. Imaginaba la voz de Ileana diciendo esas palabras, eso decía todas las mañanas.

26 de junio de 2013

Un reflejo de mierda


Ahora que la ventana solo refleja mi rostro, por fin tengo la certeza de encontrarme bajo un orden que nunca antes había sentido. Estamos yo y yo. Pero aún ese reflejo me irrita. Es intolerable. Pero no voy a romper el vidrio: no estoy loco. Simplemente ocurre que lo que ha pasado me pone nervioso.

¿Arrepentido? No, no lo estoy. Al contrario. Tengo la certeza de haberle hecho un favor. Pobrecillo, sufría tanto. Todos los días lo veía padecer por mí. Y no era justo. Por eso me fui llenando de valor para ayudarlo de una forma efectiva y terminante. Porque nadie mejor que yo para entender su pensamiento, las sombras, las dudas, la angustia que lo embargaba desde que abría los ojos por la mañana, y que no lo abandonaba hasta que el sueño lo liberaba de ese pesar.

27 de enero de 2013

Una mañana


“Saca el dedo de ahí, ya te dije que no me gusta”, me dice Carmen con la voz salada por el sudor que se le mete en la boca, que le escurre por el rostro y le hace cerrar los ojos. No le hago caso, por supuesto.
Nunca me ha importado lo que piense o lo que diga, porque yo sigo en lo mío, concentrándome en el ritmo de mis caderas para no perder el paso, entrando y saliendo del cuerpo de Karen, a paso firme, con ritmo, sin quitar el dedo donde lo he puesto. “Que no me gusta”, me repite Elizabeth y trata de zafarse de mi brazo sudoroso, pero se lo impido apretándola con más fuerza. Se agita pero no puede librarse. Me gusta sentir su piel, olerla, mordisquearle el cuello, la nuca, la oreja. Murmurar su nombre salpicado de sudor: Melisa, Melisa.
Entonces deja de luchar. Se abandona, Afloja el cuerpo y me deja hacer. Por supuesto no le retiro el dedo. Y aprieto con más fuerza, aprisionándola.