…Luego me besó, al fin. Pude sentir cada pliegue de su labios,
saborear cada cosa que comió desde que nació hasta ese momento, desde que la vi
afuera del palacio de los deportes por primera vez hasta hoy; sus papilas
excitadas, abiertas, punzantes, el regusto a tabaco y cerveza, mi boca en su
boca. Sus manos rodeaban mi cuello, me protegían del abismo que se abre cada
vez que el amor comienza. Te juro, mujer de ojos verdes, que pude de forma
física, tangible, el vértigo de mis pies pendiendo de la nada: apenas y lograba
sostenerme en el sofá de sus manos y de su boca. Me aferraba a esa lengua
porque sabía que ahí también estaba mi vida, como en mí estaba la suya. Soulmates, diré para acomodarme a lo que
supone la idea del amor. “Soulmate”
porque “almas gemelas” suena a
incesto.